Si el trabajo de redactor médico freelance no existiera, tendríamos que inventarlo

Fíjate:

• Trabajo vistiendo ropa cómoda tipo chándal (aunque a veces me pongo camisa si el cuerpo me lo pide).
• Tomo una infusión espolvoreada con canela a media mañana.
• Tengo neuronas hiperestimuladas por escribir materiales de lo más plurales, tanto de temáticas, como de formatos y audiencias (di un tema y me apuesto algo a que lo he tocado ya).
• Puedo escoger los proyectos y clientes más molones.
• Si me apetece, trabajo el fin de semana o cuando la inspiración me regala una idea tan valiosa como inesperada.

Se que tú todo eso, ya lo sabes (lo de la canela es rompedor, me lo dicen todos).

Pero, espera, yo sé que tú:

• Respiras con alivio al derivar trabajos a colaboradores externos cuando hay un pico de briefings.
• Tienes plena libertad para escoger al redactor médico, de la carpeta «freelancers», que te apetece.
• No sientes remordimientos cuando no vuelves a llamar a uno (de los de la carpeta de antes).
• ¿Pagar la cotización de la seguridad social? Tururú.
• Puedes elegir al redactor más barato. O al más caro (¿sabes? leí que a los decisores, contratar al más caro, les proporciona seguridad [de que no se equivocan] y ego [se aseguran reconocimiento y ascensos, precisamente, por no equivocarse]).

Estamos de acuerdo, un win:win de manual.